"Nos vamos a arrepentir."
Así terminó el mensaje. Y aunque lo decían con cariño, era una forma elegante de decir: no queremos meternos en el barro contigo.
No es fácil leer un “no” que viene vestido de buenas intenciones. Pero duele menos que fingir que vamos en la misma dirección solo para chocar más fuerte después. Porque cuando el otro no quiere convivir en tu mismo mercado, da igual cuántas cláusulas redactes: la confianza ya está arañada.
¿Qué saco de esto? Que la lucidez también es un acto de coraje. Que decir “no” a tiempo, aunque duela, es una forma de respeto. Y que la verdadera prueba no es encontrar socios que digan que sí, sino filtrar a los que dicen que sí con la boca y no con los pies.
¿Y el “nos vamos a arrepentir”? Quizás. Pero yo prefiero equivocarme por avanzar que pudrirme por quedarme quieto esperando encajar donde no hay hueco.
Así que gracias. Por no entrar en un juego de medias tintas. Por dejar claro desde el principio que no hay alineación, aunque pudiera haber admiración.
Eso también es construir. Eso también es emprender. Y eso, joder, también es crecer.